miércoles, 29 de junio de 2011

Arda Roma


Polución alimentada por tus sentimientos, punzadas en tus sonrisas, el labio arrastra unos leves suspiros que contienen la agonía que arde en tu interior. Corres, y por más que corres resbalas en el vicio, te aprisionan, te someten, te explotan, te sujetan inconscientemente, te impedirán pensar, te numeran para poder controlar a las masas, te aferran a sus escabiosos “ideales”, la palabra sin duda es neutral. Si no eres más valioso que el perro que pasearan, por sus doradas alfombras donde pueden permitir el lujo de defecar sus propias palabras, adjetivizar un sustantivo llamado “mierda”. En los restaurantes, cafeterías, gasolineras y todos los antros que frecuentes te servirán fracciones de su cianuro dialéctico en pequeñas dosis, para que sea más asimilable. Respiración agitada, malestar, dolor de cabeza, se acelera el ritmo cardiaco hasta que se detiene, postrado ante el rey, “Ave, Caesar, morituri te salutant”.

Para el reloj, podemos ir contracorriente, intenta escalar las manecillas oxidadas Apartados en la noche, hemos comenzado a prender cerillas alimentada por nuestro propio fósforo. Desde sus rascacielos pueden contemplar esas luces, despreciables que un día arderán sus tan preciados disfraces. ¡Qué arda Roma!

sábado, 11 de junio de 2011

No me olvides.

En medio del zaguán, sentada entre la desesperación y la angustia separo y junto las piernas al ritmo de las palmas de una canción infantil. Niños inocentes atacando sin miramientos a la armonía de la afinación.

El día ya se acaba, bañado con los últimos destellos de sol, que me acaracian por casualidad como intentando darme un poco de calor que se escapa tras tus pasos. Y yo, yo sigo sentada.

Cuando la noche cae, los árboles susurran el requiem de tu adiós, los buhos hacen la guardia por si vuelven aunque saben que jamás darás vuelta atrás. Liebres, serpientes y tortugas se esconden tras los chopos esperando a que llegué otoño sin éxito, que pase el tiempo y acabé la terrible melodía que nunca cesa. Y yo, yo sigo sentada.

Cientos, miles de hojas, pétalos salen despedidos hacía el infinito, libres e imparables vuelan rápido hacía la putrefacción. Ciclo vital del desosegado amor, nace , muere y se pudre . Y yo, yo sigo sentada.

Si vuelves, si sólo cogieses mi mano y la apretases fuerte contra las tuyas. Tu sonrisa, tu pelo, tus dedos, tus ojos, tus manos... Si tan solo pudiese sentirte una vez más, como un rayo de sol en invierno...

Y yo, yo no me despeguería de tus brazos.

miércoles, 8 de junio de 2011

El segundo que nadie nos pudó quitar.

De momento se apagan las luces, los focos dejan de respirar por casualidad y de lejos se empieza a escuchar una conocida melodía. Los acordes empiezan a tantear con timidez, y cada nota huye desgarrandose, escapandose en la oscuridad y bailando a un ritmo desconocido para todos pero que tu y yo conocemos muy bien.

El ritmo comienza a acelerarse mientras tus pasos buscan los míos, las huellas que vamos dejando parecen insignificantes con las miles que queremos dibujar. Extiendo mis manos al infinito, para que por una simple casualidad de que estemos aquí y ahora, pueda sentir tu calor. Esa calidez humana que sube de la punta de mis dedos hasta llegar al centro de mi corazón como sólo tu sabes hacerlo.

Que no vuelva nunca la luz...